martes, 9 de diciembre de 2008

El país de las islas

A pesar de no tener mar, Bolivia es el país de las islas. De las islas culturales, estos pequeños grupos afines que se mueven en círculo, como si los circundara el mismísimo océano. Si algo ayuda al aislamiento cultural de un país, ésto es la no interacción. Para un grupo de teatro, de danza, de música, de cine… no querer conocer lo que se está produciendo tanto a nivel nacional como internacional, es una muerte segura. La autarquía nunca ha sido buena compañera de las artes y sorprende, en la era de la globalización, el desconocimiento y la incomunicación tan grandes que existen a veces entre actores con objetivos parecidos. Se hace patente el aislamiento cuando se reclaman cosas que ya existen y muchas veces se prefiere multiplicar en vez de unificar. Esto ocurre en las currículas y las certificaciones. En música, por ejemplo, cada escuela utiliza un método distinto de enseñanza, a criterio de su director y se alcanzan distintos niveles de manera que un tercer grado no es el mismo en Cochabamba que en La Paz o en Santa Cruz y ni siquiera es el mismo entre las escuelas de una misma ciudad. El resultado de este miedo a unificar es que no existen criterios de titulación válidos que ayudarían a los jóvenes a presentarse a becas, cursar posgrados o, simplemente, ejercer.

Sorprenden también algunos discursos que piden crear estrategias a partir del propio país, sin recurrir a modelos extranjeros. Me pregunto si algún estado no ha creado sus políticas culturales observando lo que han hecho otros, aprendiendo de sus logros y de sus deficiencias, intentando reproducir esquemas que han funcionado en otras partes del mundo y adaptándolos a las características propias. Por supuesto que se han cometido errores y lo que puede haber funcionado en un sitio, no necesariamente tiene que ser positivo en otro (como la ESO, en España) pero nadie duda que es preciso mirar afuera, ver como otros han resuelto los problemas parecidos e interactuar en consecuencia. En un mundo donde todo está inventado ¿es realmente necesario crear otra vez la rueda?

Debo la expresión del título al artista Roberto Valcárcel

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